Es una pregunta constante: “Si pudieras decir sólo uno… ¿Cuál dirías que es el denominador común de los grandes oradores? ¿Qué tienen todos ellos?”

Para mí, la respuesta es clara: pasión. Los grandes oradores sienten verdadera pasión por aquello que hacen, lo que les lleva a defender sus ideas con absoluta coherencia. Cuando haces, dices y piensas en la misma dirección… ¡todo fluye! Sus gestos, su voz y sus palabras están en absoluta consonancia. Hay brillo en sus ojos. Sienten cada palabra, se emocionan con cada idea y nos hacen vibrar.

La fórmula perfecta

Por supuesto que la pasión desbocada, sin ideas sólidas que la anclen a la realidad, no es suficiente por sí misma para generar un discurso que se mantenga en el tiempo y resulte productivo… pero seguramente, aunque efímero, tendrá capacidad para “mover” algo dentro de la audiencia.

La fórmula perfecta, la que todos buscamos y sólo unos pocos parecen conseguir, es aquella que sabe combinar pasión y razón.

Y es que hay una relación más que directa entre nuestra profesión, nuestra felicidad y nuestra capacidad para inspirar a las personas.

Parece que en las últimas décadas la pasión ha dejando de ser una cuestión filosófica para pasar a ser una cuestión de ciencia. La doctora Melisa Cardon  se ha dedicado durante años a estudiar la pasión como elemento de influencia en la vida de los empresarios. La conclusión ha sido clara: la pasión juega un papel fundamental en el éxito de los emprendedores. En primer lugar, asegura Cardon, resulta tan fundamental porque nos da la energía y el empuje suficiente como para tener persistencia y aguantar en nuestro empeño a pesar de los fracasos iniciales (fase obligatoria para todo emprendedor). En segundo lugar, es un ingrediente tan importante, porque sentimos pasión por cosas que están íntimamente ligadas a nuestra forma de ser, lo que hace que nuestras respuestas cerebrales y corporales actúen de forma consensuada, lo que nos ayuda a sentirnos mejor. En tercer lugar (pero no en último, la lista es interminable…) la pasión, según Cardon, nos hace ser más creativos, lo que lleva a los empresarios a marcarse metas más ambiciosas.

Dime cómo te sientes y te diré como hablas

Es la suma de todos esos ingredientes, lo que hace que cuando hablamos de las cosas que nos apasionan lo hagamos con más compromiso, seguridad y disfrute. Características que, para nuestro público, se traducen en credibilidad y emoción.

Es muy difícil hablar de algo en lo que no se cree y resultar convincente; no hay más que poner cualquier informativo nacional para comprobarlo.

Hacen falta años de experiencia como actor, o un duro entrenamiento del “método”, para poder hacer creer a los demás algo en lo que ni siquiera nosotros creemos.

Pero… ¿y qué ocurre si tengo que hablar de algo que es necesario pero que no me apasiona?

¿Cómo las cuentas de fin de año? ¿o cómo ese producto nuevo?… pues si no trabajas en tu pasión… ¡apasiónate con lo que haces! Dale vueltas, busca aristas, y deja de pensar que las cosas son negras o blancas. Llévalo a tu terreno y piensa cómo puede eso estar relacionado con aquellas otras cosas que sí te apasionan. Sí consigues la pasión, sólo necesitarás trabajar un poco tu oratoria para ser un gran comunicador.

Ten siempre muy presente que si tú no eres capaz de emocionarte con lo que dices, no conseguirás motivar a nadie. Si tú no crees en ello, si no lo encuentras interesante… ¿Cómo lo van a hacer los demás?