Existe un efecto que se repite una y otra vez a lo largo de las salas de conferencias, aulas y salas de reuniones de todo el mundo: la Muerte por Powerpoint.

Imagino que sabéis de lo que os hablo: de ese efecto, parecido al de las ganas de morirse, que aparece cuando estamos en una reunión, en una presentación, en una clase o charla y el ponente conecta el powerpoint (o similar).

Automáticamente, por una cuestión de costumbre, a nuestro cerebro se le viene el mundo encima y nos preparamos para lo peor, porque generalmente son… ¡un rollo! Una secuencia de diapositivas vacías de sentido y muy, muy aburridas.

El especialista en marketing Guy Kawasaky asegura que más del 95% de las presentaciones son una “birria” … Y como él, otros muchos expertos en comunicación. Después de haber asistido a cientos de ellas, yo me sumo a esta terrible estadística que continúa suponiendo una enorme losa para el progreso de la oratoria y la comunicación eficaz.

¿Por qué nos resulta tan complicado explicar algo que, en teoría, sabemos de qué va? ¿Y por qué nos cuesta tanto hacerlo de forma sencilla?

Yo creo que hay muchos problemas, pero siendo generosa, y teniendo en cuenta todo lo que ya sabemos sobre comunicación, voy a simplificarlo en dos cuestiones: la forma en la que presentamos el contenido y la calidad del orador.

Aquí viene un sencillo decálogo para intentar que tus presentaciones no formen parte de ese 95% y consigas transmitir aquello que te propongas.

  1. Menos es más. No llenes las diapositivas de palabras. Si necesitas escribir todo lo que vas a decir es que algo no va bien. Si tienes mucha información que dar, pasa un dossier, pero no lo plasmes todo en la diapositiva.
  2. Cuidado con los números, tablas y gráficos. Existe tendencia a utilizar tablas y tartas de cifras infinitas: no funcionan. Son imposibles de leer desde lejos y requieren tanta atención que la audiencia se dispersa durante mucho rato intentando descifrarla. Si tienes que dar números intenta hacerlo de la manera más sencilla posible: 3 ó 4 cifras (barras, quesitos…) como mucho.
  3. Más imágenes. Una imagen vale más que mil palabras… y en un Powerpoint: ¡más! Así que siempre que puedas busca imágenes sencillas, limpias y cargadas de significado.
  4. Recursos multimedia. ¿Por qué no poner un vídeo, un enlace de la Red o un poco de música? Tienes muchos recursos a tu alcance para que todo sea más fluido y dinámico. Utilízalo.
  5. Cuida el estilo. Haz algo bonito de ver que diga quién eres desde la primera diapositiva. Huye de las plantillas prediseñadas y trata de imprimir tu propio estilo. Esfuérzate un poco y merecerá la pena.
  6. Mostrar en vez de contar. Siempre que puedas, muestra de forma práctica aquello de lo que quieres hablar. Si tienes un producto, enséñalo. Si tienes una demostración, ponla. Si es algo que se puede tocar, comer, beber… dáselo a la gente.
  7. Creatividad. Recuerda que no existen normas escritas sobre qué ha de tener una presentación para ser correcta, así que deja volar tu imaginación, destapa tu creatividad y sorprende a tu audiencia con algo diferente.
  8. Tú eres el foco. La atención no debe estar en las diapositivas, sino en ti. Tú eres el que va a aportar valor adicional a la presentación, si no… ¿para qué estás ahí? No te “escondas” detrás de las diapositivas, sal de detrás del ordenador, mira a tu público a los ojos, sonríe y empatiza.
  9. Manten un diálogo. Recuerda que no estás solo. Como en toda comunicación, también la presentación tiene que ser un diálogo. Deja que la audiencia participe con dinámicas, juegos o preguntas.
  10. Disfruta. Porque al fin y al cabo… ¿para qué estás ahí? Vas a compartir algo que es importante para ti con los demás, así que intenta olvidar esa idea de que vas a la “guerra” y empieza a disfrutar de lo positivo que será contar tus ideas a los demás.

Recuerda que los pequeños propósitos son más fáciles de conseguir. Elige uno o dos puntos del decálogo e intenta ponerlos en marcha en tu próxima presentación. ¡Suerte!